AYUDA PARA LAS FAMILIAS | PADRES
Enseñe a sus hijos a ser humildes
EL PROBLEMA
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Su hijo muestra aires de superioridad, ¡y solo tiene 10 años!
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Espera que todo el mundo lo trate como a un rey.
“¿Qué le pasa? —se pregunta usted—. Quiero que se sienta bien consigo mismo, ¡pero no que se crea mejor que los demás!”.
¿Es posible enseñarle a un niño a ser humilde sin dañarle su autoestima?
LO QUE DEBEN SABER
En las últimas décadas, se ha fomentado que los padres consientan a sus hijos en todo, los llenen de elogios —aunque no hayan hecho nada para merecerlos—, y se retengan de corregirlos y disciplinarlos. Se creía que, si a los niños se les hacía sentir especiales, crecerían con una autoestima sana. Pero ¿cuál ha sido la consecuencia? El libro Generation Me (La generación Yo) explica: “En lugar de niños adaptados y felices, el movimiento de la autoestima ha generado un ejército de pequeños narcisistas”.
Muchos niños criados con constantes alabanzas llegan a la vida adulta sin estar preparados para las decepciones, las críticas y los fracasos. Como se les enseñó a centrarse en sus propios deseos, de adultos les cuesta forjar relaciones duraderas. Y el resultado es que muchos padecen ansiedad y depresión.
Los niños desarrollan verdadera autoestima cuando consiguen logros auténticos, no porque alguien les diga todo el tiempo que son especiales. Por eso, necesitan algo más que creer en sí mismos: deben aprender ciertas habilidades, ponerlas en práctica y pulirlas (Proverbios 22:29). También tienen que interesarse por los demás (1 Corintios 10:24). Para todo esto hace falta humildad.
LO QUE PUEDEN HACER
Felicítelos cuando de verdad se lo merezcan. Si a su hija le va muy bien en un examen, felicítela. Pero si le va mal, no culpe automáticamente a su maestro, pues eso no la ayudará a ser humilde. Más bien, ayúdela a ver en qué puede mejorar. Es importante felicitar a los hijos cuando han hecho algo bien.
Corríjalos cuando sea necesario. Esto no quiere decir que deba criticar a su hijo cada vez que se equivoque (Colosenses 3:21). Los errores graves, sin embargo, deben corregirse. Sucede algo parecido con las malas actitudes; si no se hace nada al respecto, se arraigarán más.
Por ejemplo, si su hijo tuviera la tendencia a presumir y nadie lo corrigiera, podría acabar siendo una persona orgullosa y sin amigos. Explíquele que alardear no se ve bien y que podría hacerlo pasar vergüenza (Proverbios 27:2). También dígale que quien tiene una opinión equilibrada de sí mismo no necesita andar contándoles sus logros a los demás. Recibir este tipo de corrección amorosa le enseñará a su hijo a ser humilde sin que se sienta humillado (texto bíblico clave: Mateo 23:12).
Prepare a su hijo para la vida real. Cuando a un niño se le conceden todos los deseos, quizás llegue a creer que tiene derecho a todo. Así que, si le pide algo que usted no puede pagar, explíquele por qué es necesario ajustarse a un presupuesto. O, si deben cancelar un paseo o unas vacaciones, podría decirle que las desilusiones son parte de la vida y contarle qué le ayuda a usted a superarlas. En vez de proteger a sus hijos de todos los problemas, prepárelos para los desafíos que tendrán que afrontar de adultos (texto bíblico clave: Proverbios 29:21).
Enseñe a su hijo a ser generoso. Muéstrele que “hay más felicidad en dar que en recibir” (Hechos 20:35). Una manera de hacerlo es preparando juntos una lista de personas que necesiten ayuda con las compras, el transporte o alguna reparación. Y, entonces, que su hijo lo acompañe cuando las ayude para que él vea cuánto disfruta usted de hacer cosas por otros. Así le enseñará a ser humilde de la mejor manera posible: dándole el ejemplo (texto bíblico clave: Lucas 6:38).