Vivir con un trastorno del ánimo
Vivir con un trastorno del ánimo
ES ALARMANTE lo difundidos que están los trastornos del estado de ánimo. Se calcula, por ejemplo, que hay en el mundo más de trescientos treinta millones de casos de depresión grave, patología que ocasiona tristeza abrumadora y pérdida de placer en las actividades diarias. Según las previsiones, esta afección ocupará dentro de veinte años el segundo lugar después de las dolencias cardiovasculares. Con razón se la ha llamado “el resfriado común” en el campo de las enfermedades mentales.
En los últimos años, el público en general ha oído hablar más del trastorno bipolar, entre cuyas características figuran grandes cambios de humor, con alternancia de depresión y manía. “En la fase depresiva —explica un reciente libro de la Asociación Médica Americana—, las ideas suicidas pudieran convertirse en una obsesión, mientras que en la maníaca tal vez se pierda el buen juicio y la capacidad de ver los peligros que encierran ciertos actos.”
Se cree que un 2% de la población de Estados Unidos sufre bipolaridad, lo que representa millones de afectados tan solo en ese país. Por supuesto, las cifras no bastan para describir el suplicio de vivir con tales trastornos.
La depresión: una tristeza insufrible
La mayoría de las personas pasan por rachas de tristeza que remiten con el tiempo, tal vez al cabo de horas o días. Pero la depresión clínica es mucho más grave. ¿En qué sentido? El doctor Mitch Golant lo explica así: “Quienes no estamos deprimidos sabemos que los vaivenes emocionales terminan en algún momento, mientras que el deprimido vive los altibajos y cambios bruscos de sus sentimientos como si viajara en un tren descontrolado, sin conocer ni cómo ni cuándo se bajará, o si logrará siquiera hacerlo”.
La depresión clínica adopta muchas modalidades. Una de ellas es el trastorno afectivo estacional, que se manifiesta en cierta época del año, por lo general el invierno. “Los aquejados dicen que la depresión se agrava cuanto más al norte vivan y más nublado esté el cielo —indica un libro de la People’s Medical Society—. La dolencia se relaciona sobre todo con los días grises de invierno, y en algunos casos, con los lugares de trabajo cerrados y oscuros, los períodos nubosos anormales para la estación y los problemas de la vista.”
* En el caso de los varones, se calcula que entre el 5 y el 12% sufrirán depresión clínica en algún momento de su vida.
¿Cuál es la causa de la depresión clínica? No se sabe con certeza. Aunque en ocasiones haya un componente genético, parece que en la mayoría de los enfermos influyen mucho las vivencias. Se ha señalado, además, que el diagnóstico es el doble de frecuente en la mujer que en el hombre.Este tipo de depresión repercute en casi todos los aspectos de la vida. Una paciente llamada Sheila lo describe así: “Te zarandea hasta lo más íntimo de tu ser y te mina la confianza, la autoestima y la capacidad de pensar con claridad y tomar decisiones, y
cuando ha penetrado bien adentro, te da unos cuantos estrujones para ver si aguantas”.En ocasiones, el afectado obtiene gran alivio hablando de sus sentimientos con una persona compasiva (Job 10:1). No obstante, hay que admitir que cuando entran en juego desequilibrios bioquímicos, no basta con adoptar una actitud positiva para superar la depresión. El paciente es incapaz de controlar la melancolía, y a menudo está tan confundido como sus familiares y amigos.
Tomemos como referencia el caso de Paula, * cristiana que atravesó rachas de angustiosa tristeza antes de que le diagnosticaran depresión. “A veces —confiesa— salía corriendo al automóvil nada más acabar las reuniones de la congregación y me echaba a llorar sin ningún motivo. Sencillamente me invadía una terrible sensación de soledad y dolor. Aunque todo me indicaba que tenía muchos amigos que se preocupaban por mí, era incapaz de verlo.”
Semejante es el caso de Ellen, quien hubo de ser hospitalizada por su depresión. “Tengo a mi lado gente que me quiere muchísimo: mis dos hijos, dos nueras extraordinarias y mi esposo”, admite. La lógica debería dictarle que la vida es bella y que su familia la valora. Pero en la lucha con la depresión prevalecen las ideas pesimistas que, por irracionales que sean, dominan al paciente.
No debe pasarse por alto el gran impacto que puede tener la depresión de una persona en el resto de la familia. “Cuando un ser amado está deprimido —señala el doctor Golant—, los que lo rodean probablemente vivan en constante incertidumbre, pues nunca saben cuándo se repondrá de la crisis o entrará en una nueva. No es raro que sientan una enorme pérdida, incluso tristeza y rabia, al ver que su vida ha perdido, tal vez de forma permanente, la normalidad.”
Es común que los niños detecten la depresión de los padres. “Los hijos de madres deprimidas se vuelven muy sensibles al estado emocional de estas, y observan con sumo cuidado la más mínima variación”, señala Golant. La doctora Carol Watkins destaca que los hijos de una persona deprimida son “más propensos a tener problemas de conducta, dificultades en el aprendizaje y roces con sus compañeros, así como más proclives a deprimirse”.
El trastorno bipolar: lo único estable es la inestabilidad
La depresión clínica ya plantea de por sí una difícil problemática. Pero si además entra en el cuadro la manía, nos encontramos con una situación aún peor, el trastorno bipolar, * en el que “lo único estable es la inestabilidad”, según lo define una enferma llamada Lucia. En la fase de la manía, afirma The Harvard Mental Health Letter, el paciente “tal vez resulte insoportable por entrometido y dominante, y su euforia infatigable y temeraria a veces pasa de golpe a la irritabilidad o la furia”.
Lenore explica cómo era la fase eufórica, es decir, la manía: “Rebosaba de vitalidad. Muchos decían que era una supermujer y que les gustaría parecerse a mí. Solía sentirme llena de fuerzas, capaz de realizar cuanto me propusiera. Hacía ejercicio frenéticamente y me las arreglaba durmiendo solo dos o tres horas. Aun así, despertaba con tanta energía como antes”.
Pero al cabo de un tiempo aparecían negros nubarrones: “Cuando llegaba a la cima de la
euforia —agrega—, sentía en un rincón del alma la agitación de un motor que se negaba a detenerse. De la noche a la mañana adoptaba un carácter agresivo y destructivo. Agredía verbalmente a mis familiares sin motivo. Sentía furia y odio, y perdía el control al grado de asustar a todo el mundo. De repente quedaba extenuada, rompía a llorar y me hundía en la depresión, creyéndome inútil y mala. Aun así, podía recuperar de repente mi asombrosa alegría como si no hubiera pasado nada”.El comportamiento imprevisible del bipolar sume en la confusión a los familiares. Mary, cuyo marido encaja en este cuadro, comenta su caso: “Es desconcertante ver que tu esposo está contento y comunicativo y, de pronto, se pone triste y se encierra en sí mismo. A todos nos cuesta mucho aceptar que apenas puede hacer nada para evitarlo”.
Irónicamente, la enfermedad suele angustiar al paciente tanto o más que a sus seres queridos. “Envidio a quienes llevan una vida equilibrada y estable —dice Gloria—. La estabilidad es un lugar donde los bipolares solo vamos de visita; ninguno de nosotros vive allí.”
¿Qué orígenes tiene este desequilibrio? Un factor implicado, a mayor grado que en los casos de depresión, es la genética. “Según varios estudios científicos —señala la Asociación Médica Americana—, cuando alguien en la familia es bipolar, la probabilidad de que los parientes inmediatos (padres, hermanos e hijos) terminen padeciendo el mismo trastorno es de ocho a dieciocho veces mayor de lo habitual, al tiempo que aumenta la propensión a sufrir depresión grave.”
A diferencia de la depresión, la bipolaridad parece afectar por igual a hombres y mujeres. Por lo general se declara a comienzos de la edad adulta, aunque a veces se diagnostica en la adolescencia o incluso en la niñez. No obstante, no es fácil —ni siquiera para el especialista— analizar sus síntomas y llegar a una conclusión certera. “Es el camaleón de los trastornos psiquiátricos, pues los síntomas cambian de un paciente a otro y de una crisis a otra, incluso en el mismo paciente —admite el doctor Francis Mark Mondimore, de la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins—. Es un fantasma capaz de aparecérsele a la víctima envuelto en las tinieblas de la melancolía y luego desaparecer por años, para regresar más tarde con el ropaje resplandeciente, pero abrasador, de la manía.”
Es patente, pues, que resulta difícil diagnosticar los trastornos del estado de ánimo y más aún vivir con ellos. Pero hay esperanza para los pacientes.
[Notas]
^ párr. 8 Quizás incida en ello la susceptibilidad a la depresión posparto, así como los cambios hormonales de la menopausia. Además, las mujeres están más dispuestas a acudir al médico y, por ende, reciben más diagnósticos.
^ párr. 11 En esta serie de artículos se han cambiado algunos nombres.
^ párr. 16 Los médicos señalan que cada estado del ánimo llega a durar varios meses, aunque hay bipolares “de ciclo rápido” que alternan entre la depresión y la manía varias veces al año y, en casos excepcionales, lo hacen el mismo día.
[Comentario de la página 6]
“La estabilidad es un lugar donde los bipolares solo vamos de visita; ninguno de nosotros vive allí.”—GLORIA
[Ilustración y recuadro de la página 5]
Síntomas de depresión grave *
● Abatimiento durante la mayor parte de la jornada, casi todos los días, durante un mínimo de dos semanas
● Desinterés por actividades consideradas antes placenteras
● Marcado aumento o pérdida de peso
● Insomnio o demasiado sueño
● Aceleración o reducción anormal de las habilidades motoras
● Extenuación sin causa aparente
● Sentimientos de inutilidad o de culpa exagerada
● Menor capacidad de concentración
● Ideas suicidas recurrentes
Algunos de estos síntomas corresponden también a la distimia, es decir, depresión leve pero más persistente en el tiempo
[Nota]
^ párr. 31 Esta lista no pretende servir para el autodiagnóstico, sino tan solo presentar un cuadro general. Además, algunos de los síntomas pudieran corresponder a otros problemas aparte de la depresión.