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La extraordinaria región del Burren

La extraordinaria región del Burren

La extraordinaria región del Burren

DE NUESTRO CORRESPONSAL EN IRLANDA

NO TODOS la consideran extraordinaria. Para algunos, es poco más que un yermo pedregoso. “Aquí no hay ni agua para ahogar a un hombre ni árboles para ahorcarlo ni tierra para sepultarlo”, afirmó el teniente general inglés Edmund Ludlow poco después de visitar la zona en 1651.

Sin embargo, la mayoría de los viajeros se sienten cautivados por ella. Para los naturalistas, botánicos, arqueólogos, historiadores y miles de turistas que no dejan de acudir allí, existen muchas razones para calificarla de “franja espectacular”. Ahora bien, ¿dónde está localizada y por qué atrae a personas tan diferentes?

El roquedal

Esta región se encuentra en el extremo occidental de Europa, en la costa de Irlanda, entre los mundialmente famosos acantilados de Moher, al sur, y la bahía de Galway, al norte. Se trata del Burren, nombre derivado del irlandés boireann, que significa “roquedal”.

Las piedras están omnipresentes. “Expuestas por algún capricho de la geología —señala una guía—, [en numerosos lugares] se extienden hasta el horizonte grandes lajas de caliza gris salpicadas de enormes rocas.” De hecho, toda la región es un extenso depósito calcáreo de unos 1.300 kilómetros cuadrados. En buena parte de este “paisaje lunar de inquietante misterio” parece no haber tierra alguna.

“Enorme acumulador térmico”

El viento y la lluvia han modelado las plataformas o lajas de caliza, denominadas salientes, con formas asombrosas que confieren al Burren una belleza incomparable. Pero los pobladores que se mudaron a este lugar hace miles de años no lo hicieron por su valor estético, sino por una característica muy especial: su capacidad de brindar pastos todo el año.

La gran extensión calcárea —que en algunos puntos sobrepasa los 900 metros de espesor— funciona “a modo de enorme acumulador térmico, que absorbe calor en verano y lo emite poco a poco en invierno”. Al sumarse la acción del mar, que modera el clima, era un ambiente muy adecuado para las actividades agropecuarias de los primeros habitantes.

Construcciones primitivas

Al igual que aquellos primeros colonos, las generaciones sucesivas han dejado su impronta por doquier. Hay multitud de tumbas megalíticas, entre ellas el famoso dolmen de Poulnabrone, construido mucho antes del nacimiento de Cristo. Claro, hoy solo se conserva la estructura básica de la sepultura: las grandes losas de piedra que utilizaron los antiguos constructores para levantar este monumento en memoria de sus “muertos más ilustres”. Según los entendidos, originalmente tenía un gran recubrimiento de piedras y tierra.

Siglos antes de la llegada de los celtas a Irlanda, los habitantes del Burren dejaron entre sus huellas monumentos funerarios en forma de cuña. En un lugar llamado Gleninsheen, un joven descubrió en 1934 lo que llamó “cosa rara”: un hermoso collar de oro, catalogado hoy como “uno de los mejores ejemplos de la orfebrería de la Baja Edad del Bronce irlandesa”.

A estos pueblos del pasado los rodea un gran misterio. ¿Quiénes eran? ¿En qué creían? ¿Para qué realizaban construcciones como la que corona la desprotegida Turlough Hill? ¿Fue este enigmático lugar un fuerte, o un santuario donde se practicaban solemnes ritos religiosos? ¡Quién sabe!

Las comunidades posteriores erigieron un sinnúmero de cercos de piedra o tierra para proteger sus haciendas. Más tarde se levantaron muchas iglesias, monasterios y castillos.

Los “sótanos” de la región

Hasta el subsuelo del Burren es apasionante. El agua ha penetrado a gran profundidad por la porosa caliza para producir “uno de los mundos subterráneos más interesantes de toda Irlanda”. La piedra contiene múltiples cuevas, muchas de las cuales siguen activas, o lo que es lo mismo, atravesadas aún por corrientes, ríos y cascadas. La caverna de Poll an Ionain tiene la mayor estalactita colgante de Europa: más de nueve metros de largo.

Dado que muchas grutas son peligrosas, el turista cauteloso se limita a recorrer una relativamente segura, la única abierta al público: la cueva de Aillwee, donde pueden verse rastros de un animal que lleva más de mil años extinto en el país: el oso pardo. Por lo visto, hibernaba en la caverna, cuya temperatura se mantenía todo el año a 10 °C. En las entrañas de la elevación de caliza nos maravillamos de las sugerentes formas de las estalactitas, estalagmitas y otras singulares formaciones rocosas. También intentamos imaginarnos la fuerza del agua que en su día excavó tan peculiares cavidades.

“Metrópolis botánica”

El Burren se destaca, sobre todo, por su excepcional flora. Como indica un escritor, es “uno de los ecosistemas más variados y sorprendentes de Europa”. Incluye riberas y cerros, praderas y bosques. Además, alberga centenares de valles cerrados —formados hace miles de años al derrumbarse algunas cuevas—, así como turloughs, extraños lagos que se secan y se cubren de pasto en los meses de verano al bajar el nivel freático. Sobre las lajas se extienden cercas de piedra —a veces milenarias— que rodean hasta la más pequeña parcela donde brota hierba.

Aportan todavía más diversidad a este hábitat las grietas y hendiduras de las lajas, fisuras de hasta dos metros de profundidad donde en ocasiones hay tierra en la que crecen resguardadas plantas de todo tipo.

En el Burren, señala el botánico Cilian Roden, “se dan especies vegetales raras y llamativas con la misma profusión que suele caracterizar a los cardos y margaritas”. Aunque sea el hogar de más de seiscientas especies, su rasgo distintivo no es la variedad ni la abundancia de la flora, sino la extraña mezcla existente. A lo largo de los siglos, los botánicos han constatado perplejos que “en este rincón de Irlanda occidental coexisten plantas árticas, alpinas y mediterráneas, les guste o no el suelo calcáreo”.

Las hermosas flores azules de la genciana de primavera (planta alpina) llegan a estar presentes incluso al nivel del mar. Allí conviven con plantas árticas como las drías o subtropicales como el adianto. Además, se han observado más de veinte especies de orquídeas, así como una abundancia de tomillo serpol, acederillas, geranios rojos, chauchillas, armerias de mar y muchas más. Sin duda, el Burren hace honor al calificativo de “metrópolis botánica”.

En efecto, el Burren es rocoso, pero no un desierto. Ofrece un magnífico reflejo de la hermosura y diversidad de la creación. Ciertamente, despierta el intelecto, aviva los sentidos, excita la imaginación y eleva el espíritu. Así pues, venga a Irlanda y visite esta extraordinaria región.

[Mapa de la página 22]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

IRLANDA DEL NORTE

IRLANDA

Región del Burren

[Ilustración de la página 23]

Vista panorámica del Burren

[Ilustración de la página 23]

Los acantilados de Moher se elevan 200 metros sobre el Atlántico

[Ilustración de la página 23]

Hasta el subsuelo del Burren es apasionante (recuadro)

[Reconocimiento]

Por gentileza de Aillwee Caves

[Reconocimiento de la página 22]

Por gentileza de www.burrenbeo.com

[Reconocimiento de la página 24]

Flores: por gentileza de www.burrenbeo.com