“Alza a tu hijo”
Acérquese a Dios
“Alza a tu hijo”
EN LA vida existen pocas desgracias que sean tan dolorosas como la muerte de un hijo. No obstante, podemos estar seguros de que esa no es una pérdida irreparable. ¿Por qué? Porque la Biblia indica que Jehová Dios concedió poder a varios hombres para resucitar a personas que habían fallecido. Uno de ellos fue el profeta Eliseo. Examinemos 2 Reyes 4:8-37 y veamos cómo este hombre le devolvió la vida a un niño.
El relato nos sitúa en una ciudad llamada Sunem, donde cierto matrimonio tenía por costumbre ofrecer alojamiento y comida a Eliseo. Un día, en agradecimiento por la hospitalidad recibida, el profeta le dijo a la mujer: “A este tiempo señalado el año que viene estarás abrazando a un hijo”. Como ella era estéril, ya casi había perdido toda esperanza de ser madre. Pero el ansiado día llegó, y la predicción de Eliseo se hizo realidad. Sin embargo, la alegría no duró mucho. Pocos años después, mientras el niño estaba en el campo, comenzó a quejarse de un terrible dolor de cabeza. Enseguida lo llevaron a su casa, pero el pequeño falleció en el regazo de su madre (versículos 16, 19 y 20). Desconsolada, la mujer lo depositó con suavidad sobre el lecho donde tantas veces había dormido el profeta.
Luego ella consultó a su esposo y, de inmediato, salió a buscar a Eliseo. Tras un trayecto de unos 30 kilómetros (20 millas), llegó al monte Carmelo, donde estaba el profeta. Sorprendentemente, no se deshizo en un mar de lágrimas. ¿Era porque sabía que el predecesor de Eliseo —el profeta Elías— había resucitado al hijo de una viuda? (1 Reyes 17:17-23.) ¿Tenía fe en que Eliseo también podía devolverle la vida a su querido hijo? No lo sabemos. De cualquier modo, no regresó a su hogar hasta que convenció a Eliseo de que la acompañara.
Al llegar, el profeta entró a solas en aquel cuarto que le era tan familiar. Allí vio al niño sin vida, “tendido sobre su lecho” (versículo 32). A continuación le dirigió a Jehová una fervorosa súplica. Luego abrazó el cuerpecito inerte y, poco a poco, “la carne del niño se calentó”. Se produjo el milagro: ¡el corazón del pequeño comenzó a latir de nuevo! Y, sin duda, la mujer sintió que también le devolvían la vida cuando Eliseo la llamó y le dijo: “Alza a tu hijo” (versículos 34 y 36).
Este episodio puede ofrecer mucho consuelo y esperanza a quienes han perdido a un hijo. Está claro que Jehová comprende la indescriptible pena que estos padres sienten. Tanto es así que está deseoso de reparar la triste pérdida que han sufrido (Job 14:14, 15). Lo que es más, él ha prometido que devolverá la vida a millones de personas. En realidad, el relato que hemos analizado —y otros muchos que aparecen en la Biblia— no son más que ejemplos de lo que Dios se propone hacer en el nuevo mundo que ha prometido. *
Por supuesto, esta promesa bíblica no impide que sintamos dolor cuando muere un ser querido. Un fiel cristiano que perdió a su único hijo admitió: “Mi tristeza solo desaparecerá por completo cuando vuelva a abrazar a mi hijo”. Aun así, reflexionar en la esperanza de ver de nuevo a esos familiares y amigos puede sernos de mucho consuelo y hacernos más llevadera la pérdida. ¿Podemos imaginar el momento en que los abracemos otra vez? No cabe duda de que vale la pena acercarse a Jehová, quien nos ha dado esta esperanza tan maravillosa.
[Nota]
^ párr. 5 Hallará más información sobre la resurrección en el capítulo 7 del libro ¿Qué enseña realmente la Biblia?, editado por los testigos de Jehová.